In memóriam de un buen vasco

Este articulo lo escribio Alfredo Baragaño, un buen amigo de la familia que ha compartido muchos años de amistad con mi padre y mi madre.

Este articulo lo escribio a su vuelta del camino de santiago tras recibir una mala noticia.

Entre el Camino de Santiago y la poca fe

ALFREDO BARAGAÑO RODRÍGUEZ

In memóriam de un buen vasco

Intento escribir sobre el Camino de Santiago, pero casi no puedo. O por lo menos, se me hace muy duro. Es lo que siento. Ya casi no creo en nada y mucho menos creo en el santo. O por lo menos, va a tardar mucho en tener mi complicidad, si es que la tuvo algún día.

Salimos de León el día 7 de octubre mi mujer y yo. Una por devoción, mi mujer, y el otro, o sea, yo, por ver si era verdad lo que unos cuantos compañeros me decían continuamente del Camino de Santiago, independientemente de la fe, vocación o de la gana que tuviera uno de hacer deporte. O simplemente por andar, es lo que necesito. O por que las reminiscencias del pasado siempre perviven en lo recóndito de nuestras creencias y yo, pobre de mí, me aferré a esa idea como si a un hierro candente me enlazara, una vez que conocí la noticia: mi amigo del alma, José Ángel Osaba, estaba muy mal.

Su mujer, Tella, fue quien nos dio la noticia el día 12 de octubre. Como para las creencias no existe mejor cosa que creer, me aferré a un clavo ardiendo, pensando en que, si un hombre de poca fe le suplicaba al santo, ya que el salvoconducto de mi mujer lo tenía, pues miel sobre hojuelas. Y con esa idea seguimos el Camino. Viendo paisajes maravillosos, a pesar de la lluvia. Paisajes a veces duros, a veces de ensueño, y la mayoría de las veces, casi tan parecidos, que no igual, al paisaje de Asturias, que es la visión más maravillosa que uno puede contemplar.

Atrás dejamos albergues del peregrino uno tras otro. Algunos fabulosos, como el de Ponferrada o el de Arzua. Subimos puertos como el de Manjarín, Ocebreiro, El Poio.

Pero como la viña del Señor tiene que tener de todo, a veces nos topamos con inmundicias tales como los albergues de Portamarín (hacía un año que lo habían inaugurado), Melibe y Arca do Pino. Está así por desgracia y culpa de las hospitaleras. Lo denunciamos en la Oficina del Peregrino en Santiago. Pero poco a poco me fui acostumbrando al Camino (ya que mi mujer se acostumbró el primer día) y llegábamos pensando en José Ángel, en que el santo nos iba a conceder lo que por él habíamos suplicado con tanta fe o con tanta gana de querer creer. Craso error. El día 24 de octubre llegamos a Santiago. Por la mañana, a eso de las diez, estábamos sacando una fotografía y, de repente, suena mi teléfono. Era Tella.

Y como un mazazo resonó en mis oídos: Osaba acababa de fallecer sobre las cinco de la mañana. ¡El mismo día que llegábamos a ver y a rezar al santo! Qué injusticia, don Santiago, y qué poca relación tienes con el Dios en el que creo.

A Osaba lo conocí poco tiempo, apenas tres años. Nunca en mi vida vi (y tardaré mucho en ver) hombre tan positivo y tan alegre como él. Que tu alma y tu espíritu, compañero del alma, compañero, tenga tanta paz como bondad dejas entre los que te quisimos. Y Buen Camino.

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